En la soledad e indiferencia de un Sistema de Justicia. Cuando el derecho pierde su alma, la justicia se convierte en silencio.

Una reflexión critica sobre la deshumanización del Sistema Judicial, el abandono institucional y la urgencia de recuperar el verdadero sentido de la justicia en Venezuela.  

                                                     
Una reflexión critica sobre la deshumanización del Sistema Judicial, el abandono institucional y la urgencia de recuperar el verdadero sentido de la justicia en Venezuela.En la soledad e indiferencia de un Sistema de Justicia. Cuando el derecho pierde su alma, la justicia se convierte en silencio.

"En cada Expediente hay una historia que nadie leyó".

En la soledad e indiferencia de un sistema de justicia, se disuelven los gritos mudos de quienes claman por dignidad. No hay consuelo en los pasillos largos donde las miradas esquivan la verdad, donde los expedientes se apilan como cuerpos sin nombre, y donde el tiempo se convierte en verdugo de los que aún creen.

Hay algo más doloroso que la injusticia: la indiferencia ante ella. Esa mirada vacía del funcionario que sella una hoja sin leerla. Ese juez que prefiere la comodidad del tecnicismo antes que el coraje de la verdad. Ese fiscal que silencia su conciencia ante la orden vertical. Ese silencio frío de los estrados que no preguntan, que no dudan, que no sienten.

¿Dónde se perdió el alma del derecho?

¿En qué momento se convirtió el proceso en una ceremonia de indiferencia?

El papel importa más que la persona. El trámite más que la tragedia. La forma más que el fondo.

Y así, el ciudadano se vuelve un extraño en su propia causa. Un número. Un estorbo. Un recordatorio incómodo de que algo no funciona.

Pero la justicia no es un trámite. Es un acto de humanidad.
Es mirar al otro y decirle: “tu dolor me importa”.
Es detener la rutina para escuchar una historia.
Es recordar que detrás de cada expediente hay un corazón latiendo, una vida suspendida.

Un sistema que se vuelve sordo al clamor de su pueblo está condenado a repetir su fracaso. Porque la indiferencia institucional no es neutralidad: es violencia disfrazada de protocolo. Es abandono legitimado. Es complicidad en el sufrimiento.

En la soledad e indiferencia de un Sistema de Justicia. Cuando el derecho pierde su alma, la justicia se convierte en silencio.

¿De qué sirve una Constitución si quienes deben aplicarla han olvidado sentirla?
¿De qué sirve la ley si no se defiende con valentía y con amor por la justicia?

No es la carga de trabajo lo que derrumba un tribunal. Es la falta de compromiso.

No es la falta de recursos lo que aniquila el sistema. Es la ausencia de ética.

Es la pérdida del sentido: del “para qué” y del “para quién” se imparte justicia.

Pero también es ahí donde nace la urgencia de volver a creer, de volver a construir.

Porque mientras haya alguien que escriba, que denuncie, que se atreva a exigir, aún hay esperanza.

La justicia no está muerta.
Está secuestrada por la indiferencia.
Y es nuestro deber rescatarla.


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