La corrupción no es solo un acto aislado de deshonestidad: es la negación misma de los valores que sostienen la vida en sociedad. Los filósofos clásicos ya advertían sobre su peligrosidad y sus ideas siguen siendo actuales.
Sócrates enseñaba que la corrupción aparece cuando alguien se aparta de la verdad, la justicia y la virtud. Nadie hace el mal por elección consciente, sino por ignorancia del bien.
Platón la entendía como la degeneración de las formas de gobierno: cuando los gobernantes dejan de buscar el bien común y empiezan a servir sus propios intereses.
Aristóteles la definió como el desvío del fin natural del poder: en vez de buscar el bien común, se persiguen intereses privados, lo cual transforma la autoridad en tiranía.
En el presente, la corrupción jurídica significa traicionar las garantías mínimas del debido proceso, desconocer el derecho a un juez natural e imparcial y permitir que el Ministerio Público actúe con parcialidad. Litigar con deshonestidad es perpetuar la impunidad y convertir la justicia en un instrumento de denegación de derechos.
La doble moral se convierte así en un anti valor: aparenta respetar principios, pero en realidad los traiciona. Con ello, no solo se degrada el derecho, sino que se erosiona la confianza ciudadana en las instituciones.
La corrupción es lo contrario a la justicia y al Estado Social de Derecho.
Venezuela aparece constantemente en los peores puestos según índices internacionales de percepción de corrupción. En el Índice de Percepción de la Corrupción (CPI) de Transparency International de 2024, obtuvo una puntuación de 10, con un cambio de -3 respecto al año pasado, lo que significa que ocupa el puesto 178 entre 180 países, lo que la sitúa entre los más corruptos del mundo.
Fuente:
https://www.transparency.org/en/countries/venezuela?utm_source=chatgpt.com
Se denuncia una “captura del Estado”: las instituciones encargadas de supervisar, sancionar o garantizar transparencia están debilitadas, politizadas o directamente subordinadas al poder ejecutivo.
Crisis humanitaria: la escasez, inflación, deterioro institucional se agravan cuando la corrupción drena recursos del Estado.
Retos y propuestas para enfrentar la corrupción.
Algunas medidas que autores, organizaciones sociales y expertos recomiendan. No necesariamente están implementadas o surtan efecto inmediato, pero podrían marcar la diferencia:
Fortalecer la independencia judicial.
Nombramientos transparentes de jueces.
Asegurar que el poder judicial no esté sujeto a presiones políticas.
Protección legal para periodistas, ONGs y denunciantes.
Espacio legal para que las organizaciones que investigan corrupción operen sin amenazas.
Efectos de la corrupción.
Aumento de la pobreza y la desigualdad: los recursos que podrían destinarse a servicios públicos (salud, educación, infraestructura) se pierden.
Impunidad: pocos casos terminan en sanción efectiva, lo que crea un círculo en que la corrupción se ve como algo tolerado.
Deterioro del Estado de Derecho: el poder judicial no impone límites efectivos, y los derechos de las personas pueden estar en riesgo cuando instituciones confiables faltan.
Crisis humanitaria: la escasez, inflación, deterioro institucional se agravan cuando la corrupción drena recursos del Estado.
La corrupción en Venezuela no solo es un fenómeno social y político, sino también una conducta jurídicamente tipificada y sancionada, cuyo fundamento legal se encuentra tipificado en la Gaceta Oficial Nro.º6.699 Extraordinario del 2 de mayo de 2022, fue publicada la Ley de Reforma del Decreto con Rango, Valor y Fuerza de Ley Contra la Corrupción.
Desde el punto de vista jurídico venezolano, la corrupción está formalmente tipificada y sancionada, pero en la práctica, la gran crítica doctrinaria es que la aplicación de la ley carece de efectividad por la impunidad, la falta de independencia judicial y el uso político de los procesos penales.
Delitos tipificados:
Malversación de fondos públicos.
Concusión.
Peculado.
Tráfico de influencias.
Enriquecimiento ilícito.
Soborno y cohecho.
Corrupción en el sector privado cuando involucra fondos públicos.
El corrupto vive en la doble moral.
Habla de ética, pero negocia en secreto.
Invoca el bien común, pero actúa por intereses privados.
Se presenta como guardián de la ley, pero la retuerce en beneficio propio.
En el sistema de justicia, esta doble moral es todavía más peligrosa: un juez que predica imparcialidad mientras dicta sentencias amañadas; un fiscal que dice buscar la verdad, pero calla pruebas incómodas; un abogado que jura defender la justicia, pero litiga con deshonestidad.
Este blog no es solo lectura: es puente entre lo clásico y lo nuevo, entre lo humano y lo jurídico, entre la norma y la conciencia.
Aquí el conocimiento se convierte en oro y diamantes, porque el derecho, cuando se ejerce con amor y principios, brilla con la misma fuerza que el arte innovador.
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